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La política y los colectivos homosexuales

La política llegó a nuestras vidas con la esperanza de hacer las cosas más sencillas, y de proporcionarnos una herramienta en la que todos pudiéramos debatir de todo civilizadamente; o, al menos, esa fue su intención. Las democracias modernas que surgieron en el siglo XIX y XX así lo entendieron, y aunque puede que como toda creación humana acabara adulterándose, desde luego sus orígenes fueron de lo más noble y desprendido que se pueda pensar.

De cualquier forma, hubo varias reivindicaciones que, aunque acabaron llegando a la política, tuvieron que empezar su lucha en la calles. Algunos colectivos tuvieron que padecer sangre, sudor y lágrimas para que la sociedad de su época los tuviera en cuenta, y algunas luchas más en los años venideros para no tener que conformarse con la consideración más pequeña. Primero fueron los trabajadores, intentando acabar con el régimen estamental y queriendo que sus derechos fueran reconocidos; después, las mujeres, trabajadoras o no, que querían igualdad de trato con el hombre, incluyendo el derecho al voto; y más tarde, apareció el colectivo homosexual, que también tuvo que hacerse ver a codazos por la sociedad, y que pasó algunas épocas bastante trágicas en su historia.

Aunque la sociedad ha evolucionado, las cosas nunca cambian, o al menos lo hacen lentamente. En lo que respecta al colectivo LGTB, la lucha por la no discriminación todavía no ha terminado, y en lo que se refiere a la normalización, todavía queda camino por andar. No hace mucho salía un artículo periodístico en el que mujeres mayores LTB contaban sus testimonios, y no dejaban de hacer hincapié en el largo recorrido que ya llevaban a sus espaldas, y lo difíciles que habían sido aquellos primeros años, cuando tener una sexualidad diferente chocaba de frente con todos los cimientos de la sociedad. Sin embargo, declaraban que se había hecho mucho, y que para todo lo que faltaba, no se rendían ni perdían las fuerzas, porque todo vendría con el tiempo. Claro que pensaban que era necesario que su colectivo se hiciera ver mucho más, y presentaban un programa de actividades dirigidas precisamente a ese objetivo. Y ahí había un claro ejemplo de señoras maduras que sabían lo que era luchar con uñas y dientes por lo que querían.

Está claro que las lesbianas viejas han tenido que soportar muchas adversidades; e incluso ahí, en el colectivo homosexual, ha imperado el machismo, y se las ha considerado algo así como la parte invisible de ese conjunto. Realmente, el lesbianismo nunca fue considerado como una opción sexual válida, fuera más o menos éticamente reconocida: de hecho, no se consideraba que las mujeres tuvieran que obtener ningún placer del acto sexual, que por supuesto debía darse dentro del matrimonio, así que era impensable que pudieran llegar a encontrarlo con otra mujer. La historia después ha dado testimonio de que las cosas nunca fueron así, que hubiera sido una elección libre de muchas mujeres que realmente tenían sentimientos homosexuales; pero ni ellas, ni los que las rodeaban, estaban preparados para un fenómeno así. Por eso, cuando ahora vemos a mujeres de cierta edad por la calle que no tienen ningún pudor en expresar sus preferencias sexuales hacia otra señora igualmente mayor, debemos darnos cuenta de cuánto han debido romper tabúes y prejuicios para llegar hasta ahí.

Y a todo esto, ¿qué tiene que decir la política? Bien, pues realmente nadie piensa en defender al colectivo de lesbianas específicamente, considerando que ya se hayan representadas tanto por el feminismo, como por los colectivos LGTB. Sin embargo, puede que sus necesidades no se correspondan precisamente con las del primero (aunque nunca están de más, desde luego), ni se vean totalmente cubiertas por las del segundo. Entre tanto, queda claro que ellas nunca se van a rendir después de haber llegado hasta aquí.

 

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